A menudo los hijos se nos parecen / Y así nos dan la primera satisfacción / Ésos que se menean con nuestros gestos / Echando mano a cuanto hay a su alrededor
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Todo pasa y todo queda / Pero lo nuestro es pasar / Pasar haciendo caminos / Caminos sobre la mar
Uno se cree / Que nos mató el tiempo y la ausencia / Pero su tren / Vendió boleto de ida y vuelta
En nuestra casa ya no se oye tu voz, la noche va llenando toda la habitación. Las lilas del jarrón se han ido marchitando en casa. De nuestra casa mi juventud se fue corriendo tras tus pasos, cruzando la ciudad, mientras la soledad me acuna entre sus brazos en casa. En nuestra casa ya nadie enciende el fuego, nadie llama a mi puerta, las horas pasan muertas sin tus manos. En nuestra casa, no soy más que una sombra que no tiene ilusiones. / De golpe me hice viejo, hablo con el espejo y no abro los cajones por no encontrar recuerdos. De nuestra casa que no es mía sin ti, me iré por la mañana sin saber donde ir y volveré a vivir lejos de las ventanas de casa. Y a nuestra casa otras bocas vendrán a borrar nuestros besos y mi triste canción quedará en un rincón, soñando en tu regreso a casa. A nuestra casa…
Amelia está enferma, la hija del buen rey. / Condes la van a ver. Condes y gente noble. Ay, que el corazón se me marchita como un ramillete de claveles. Hija, hija mía, ¿de qué mal os quejáis? El mal que yo tengo, madre, bien que lo sabéis. Ay, que el corazón se me marchita como un ramillete de claveles. Hija, hija mía, de eso os confesaréis. Cuando hayáis confesado, el testamento haréis. Ay, que el corazón se me marchita como un ramillete de claveles. Un castillo dejo a los pobres para que recen a Dios. Cuatro a mi hermano Carlos. Dos a la Madre de Dios. Ay, que el corazón se me marchita como un ramillete de claveles. Y a vos, madre mía, os dejo a mi marido para que lo tengáis en vuestra alcoba como ya hace mucho tiempo que hacéis. Ay, que el corazón se me marchita como un ramillete de claveles.
A Aragó n’hi ha una dama que és bonica com un sol, té la cabellera rossa, li arriba fins als talons. Ai, adéu, Anna Maria, robadora de l’amor, ai, adéu. Sa mare la pentinava amb una pinteta d’or. Cada cabell, una perla, cada perla, un anell d’or. Ai, adéu, Anna Maria, robadora de l’amor, ai, adéu. El seu germà la mirava amb un ull tot amorós. Se la mira i se l’emporta a la fira de Lió. Ai, adéu, Anna Maria, robadora de l’amor, ai, adéu. De tants anells que li compra li cauen del mocador, / «Tingui, senyora Maria… …tingui, tingui, els anells d’or». Ai, adéu, Anna Maria, robadora de l’amor, ai, adéu. / I qui és aquesta dama que llança tal resplandor? N’és filla del rei de França, germana del d’Aragò. Ai, adéu, Anna Maria, robadora de l’amor, ai, adéu.
Gitano o payo pudo ser o un aristócrata que ayer perdió su cetro de oro y su corona. Camina sobre el bien y el mal con la cadencia de su vals, mitad juicio y mitad mueca burlona. Tío Alberto… Tío Alberto… Cató de todos los vinos, anduvo por mil caminos y atracó de puerto en puerto. Entre la ruina y la riqueza, entre mentiras y promesas, aún sabe sonreír. Tío Alberto. Da todo lo que puede dar, su casa está de par en par. Quien quiere entrar, tiene un plato en la mesa. Pero no os cambia el cielo por la Orden de la Legión de Honor que le dio la República Francesa. Tío Alberto… Tío Alberto… Aún tiembla con los motores, las muchachas y las flores, con Vivaldi y el Flamenco. Tiene de un niño la ternura y de un poeta la locura y aún cree en el amor. Tío Alberto. Por ti valsea en re bemol agradecido el tibio sol de este otoño que hiciste primavera. El vaso de mi juventud, yo lo levanto a tu salud Rey del país del sueño y la quimera. Tío Alberto… Tío Alberto… / Qué suerte tienes “cochino”. En el final del camino te esperó la sombra fresca de una piel dulce de veinte años donde olvidar los desengaños de diez lustros de amor, Tío Alberto.
Para la libertad sangro, lucho, pervivo. Para la libertad, mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos. Para la libertad siento más corazones que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas, y entro en los hospitales, y entro en los algodones como en las azucenas. Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada. / Retoñarán aladas de savia sin otoño, reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. Porque soy como el árbol talado, que retoño: aún tengo la vida.
Hoy puede ser un gran día / Plantéatelo así / Aprovecharlo o que pase de largo / Depende en parte de ti
Harto ya de estar harto, ya me cansé de preguntarle al mundo por qué y por qué. La Rosa de los Vientos me ha de ayudar y desde ahora vais a verme vagabundear, entre el cielo y el mar. Vagabundear. Como un cometa de caña y de papel, me iré tras una nube, pa’ serle fiel a los montes, los ríos, el sol y el mar. A ellos que me enseñaron el verbo amar. Soy palomo torcaz, dejadme en paz. No me siento extranjero en ningún lugar, donde haya lumbre y vino tengo mi hogar. / Y para no olvidarme de lo que fui mi patria y mi guitarra las llevo en mí, Una es fuerte y es fiel, la otra un papel. No llores porque no me voy a quedar, me diste todo lo que tú sabes dar. La sombra que en la tarde da una pared y el vino que me ayuda a olvidar mi sed. Que más puede ofrecer una mujer… Es hermoso partir sin decir adiós, serena la mirada, firme la voz. Si de veras me buscas, me encontrarás, es muy largo el camino para mirar atrás. Qué más da, qué más da, aquí o allá…